Si la forma que tiene de comunicarse el perro es a través del ladrido, ¿por qué el ser humano tiende a asustarse cuando aquel interactúa de esta manera? Es decir, ¿qué espera el animal humano que haga el perro? ¿Que se acerque y le diga <<buenas tardes, mi nombre es Fitipaldis>>? Yo creo que no. Es cierto que si ves un can que se acerca a toda velocidad, ladrando hacia a ti, dudarás de sus intenciones. Pero de allí a responder (tú) con violencia, hay todo un mundo.
Hola querido lector. Hoy quiero compartirte una serie de historias que me han sucedido en un contexto similar: caminando por la playa con mi madre y mi perro. He tenido experiencias de lo más variopintas, desde personas que han hecho buenas migas con mi perro hasta quienes, incluso, intentaron lanzarle una piedra. Yo me pregunto, ¿cómo es posible que se den respuestas tan opuestas entre sí? ¿Quizá sea porque los que responden agresivamente puedan estarse sintiendo amenazados? Esto último lo entendería si el tamaño de mi perro fuera considerable pero, si tú la vieras… Es un trozo de pan.
Aquel que parecía un yogui pero que se perturbó con tan solo un ladrido
Aunque valga para título de un episodio de tu serie favorita, fue algo que de verdad me sucedió. Recuerdo que estábamos comprando algo de comer en una de estas carretas que suelen pasar a lo largo de la playa y Azúcar (mi perra) estaba cerca de nosotros. Hasta que pasó un señor en bicicleta y ella salió disparada ladrando hacia él. Por su apariencia, me atrevería a decir que, por lo menos, era alguien que practicaba yoga, alguien que parecía haber logrado una paz interior inquebrantable. Eso sí, la interior, porque lo que es la exterior se fue al traste con solo un ladrido.
Diré que se tomó la “molestia” de regresar a donde estaba Azúcar para echarle un poco de agua que tenía en una botella y, lo más sorprendente, para hacerle un corte de manga. Lo primero que pensé fue: “tanta meditación para responder de esa manera, ¿dónde quedó su conexión profunda con el universo?”. Claro, puede que me dejara llevar por las apariencias y realmente ese señor no practicara nada de lo que antes mencioné. Con todo, ¿qué habrías pensado tú en ese instante? Ya cuando se alejó, me sonreí, reflexionando sobre lo anecdótico de lo que pasó.
El que quiso llegar a las manos
Así mismo, me encontraba caminando por la playa en compañía de mi madre y mi perra. Todo iba normal hasta que apareció una pareja de corredores. Azúcar, que no sé qué pasa por su mente cuando sale corriendo a tal velocidad, se aproximó ladrando hacia ellos. El hombre, haciendo notar su estatus de “macho alfa”, llenó su pecho de aire y expresó que la playa es para las personas y no para los “animales”. El desdén con el que pronunció esta última palabra fue lo que me hizo estallar por dentro. Yo no soy una persona agresiva, creo firmemente en el poder del intelecto y las palabras sobre la fuerza bruta.
Por ello, mi primera respuesta fue verbal, aunque diría que el señor X fue incapaz de comprenderla, le dije que “era suficiente con que lo dejaran entrar a él (por bestia)”. Considero que lo que más lo exasperó fue mi parsimonia ante su supuesta intimidación física. Yo trataba de ponerle la correa a Azúcar, pero la actitud de este señor no hacía más que excitarla y ella seguía ladrando. Esto habría finalizado aquí si él no hubiera redirigido sus amenazas hacia ella. Allí sí sentí que “Venom” se apoderaba de mí y que toda mi predisposición pacífica se evaporaba. Afortunadamente, pude sujetar a Azúcar y el señor X pudo irse feliz con la impresión de que ganó la “batalla” de testosterona.
El que casi le tira una piedra
Ahora, le doy paso al más reciente de mis relatos playeros: el sujeto corredor que lanzaba piedras a los perros que se le acercaban. Tal cual. La única variación de este día es que no éramos los únicos que íbamos con el perro suelto. Había una pareja que llevaba, por lo menos, 4 perros sin correa. He de agregar que los perros se acercaron a nosotros de la misma forma como lo hace Azúcar, corriendo y ladrando. Con todo, vimos que venían meneando la cola de un lado al otro, señal de que vienen en son de paz y predisposición amistosa. Así que dejamos que nos olieran y, una vez satisficieron su curiosidad, se fueron por donde vinieron.
Esto mismo se repitió con el corredor en cuestión, sin embargo, él respondió de una forma completamente diferente. Tomó la “inteligente” decisión de lanzarle una piedra al perro que se le acercó y, como era de esperar, el perro salió despavorido. Afortunadamente para este señor, los cuidadores no se dieron cuenta. Poco después de esto, Azúcar, ni corta ni perezosa, se quiso acercar a esta persona. Estaba por repetirse nuevamente el suceso de tomar la piedra y lanzársela al perro… Desafortunadamente para el señor, yo sí estaba atento y, otra vez, me sentí dominado por ese lado oscuro al que, por comodidad, llamo “Venom”.
Asumo que reaccioné de una forma totalmente desproporcionada. Quise apagar fuego con más fuego. Pedí paz desde una actitud agresiva. A mi favor diré que viendo cómo había actuado con el anterior perro, pensé que haría lo mismo con el mío. Pasó por mi cabeza el pedirle disculpas a esta persona, sin embargo, mi ego fue más fuerte y me hizo creer que hacerlo le daría el “triunfo” al señor. ¡Menuda tontería! Por otro lado, ¿cómo este ser pudo pensar que la mejor respuesta era lanzarle una piedra al perro? ¿Y si la “cura” era peor que la enfermedad? ¿Y si el perro arremetía con más fuerza por haberlo atacado? Quizá estoy buscando lo lógico dentro de lo ilógico.
La moraleja que saco de todo esto
Con todas estas historias que me han sucedido, he optado por ir cada vez más temprano a la playa, con la esperanza de que haya menos gente o que no haya nadie. También me he decantado por ponerle la correa a Azúcar cuando veo a la distancia a personas que se están ejercitando en la playa. No considero que sean las soluciones más óptimas, con todo, sí considero que son las que más paz mental me brindan. Por cierto, ¿tú eres de los que se pone tenso cuando ve que un perro se acerca corriendo y ladrando? Si es que sí, quiero compartirte lo que he podido aprender a lo largo de estos 7 años de convivir con un perro:
- Un perro que de verdad quiere atacarte, vendrá mostrándote los dientes y su ladrido será realmente amenazador. A diferencia de un perro que solo viene por curiosidad, además, si tú te mantienes sereno te olerá y se marchará.
- La cola también te permitirá saber las intenciones de un perro. Si la está meneando de un lado a otro, es más que seguro que solo quiere jugar y conocerte. En cambio, si está tensa como una flecha, lo más sensato es mantener la calma y las distancias.
- Esto ya se relaciona más con el cuidador del perro, dudo mucho que si yo supiera que mi perra es agresiva y que pudiera llegar a morder a alguien, la tendría suelta y sin bozal.
Mi más sana recomendación es que si ves que un perro se acerca a toda velocidad y ladrando hacia a ti, procures mantener la compostura. Ya que de lo contrario solo conseguirás excitar todavía más a la criatura y, allí, sí que puede darse la posibilidad de que te muerda o te ataque. Cruzo los dedos para que nunca formes parte de ese grupo tan “iluminado” de personas que piensan que lanzarle una piedra al perro es una decisión inteligente. Y eso es todo, querido lector, gracias por llegar hasta aquí y leer mis desventuras. 😂
¡Sé una mente indomable!
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Vegano. Amante de los animales y los libros. Actualmente trabajo como Especialista en DevOps en alguna parte.
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