Érase una sociedad que fomentaba el consumo responsable

Photo by Artem Beliaikin on Unsplash

¿Te suscribirías a un servicio de streaming, tipo Netflix, si te dijeran que este mes no van a crear contenido porque quieren que seas un consumidor responsable? Seguramente no, tú esperas que por lo que pagas haya cada vez más contenido para consumir… ¿o para ser (tú) consumido? <<Oye, que los zapatos de tacones están con el 50% de descuento…>> Pero, si tienes por lo menos 4 pares más, ¿de verdad te hacen falta? <<Oye, que por compras superiores a $40 te hacen una rebaja del 5%…>> Y digo yo, ¿no ahorrarías más no gastando esos $40 desde un principio?

Creo que leyendo el párrafo anterior habrás podido intuir el tema que quiero tratar en la entrada de hoy: el consumismo y la sociedad de consumo. Y qué mejor momento para hablar sobre él que el último mes del año que es cuando, contradictoriamente, más se promueve la austeridad, la importancia de sentirse bien con uno mismo, los gestos desinteresados con el prójimo… pero también es cuando más objetos materiales son vendidos. Interesante situación. ¿Cómo es esto posible? ¿Es necesariamente algo malo? Como he dicho en entradas anteriores, nada es ni bueno ni malo por sí mismo, todo es neutro y depende de nuestra interpretación.

El problema no es el consumo, el problema está en no formar consumidores responsables

Si somos poco flexibles con la definición de lo que es consumir, podemos decir que TODOS los días consumimos algo. Y esto no quiere decir que diariamente gastamos dinero. Incluso podríamos considerar el respirar como el consumo de oxígeno, aunque esto, al menos por ahora, sea gratuito. Por otra parte, cuando hablamos de consumo de alimentos nos parece algo completamente natural el hacerlo diariamente. No solemos plantearnos pasar hambre de forma voluntaria. <<¿Entonces? Si el problema no es el consumo, ¿dónde está el problema?>>

El problema, si es que lo queremos llamar así, está en que no fomentamos el consumo responsable para todo aquello ante lo cual no tenemos una señal natural que nos avise de que ya es suficiente. Por ejemplo, cuando comemos o bebemos agua, si no tenemos ninguna anomalía en nuestro cuerpo, recibimos una alerta interna que nos dice que ya debemos para de comer o beber. Pero, ¿cómo saber si ya hemos comprado suficientes zapatos? ¿O hemos visto suficientes capítulos por hoy en Netflix? Podemos pensar que somos seres lógicos y que sabremos cuándo detenernos. Sin embargo, el ser humano es un ser, mayormente, emocional.

(Casi) todo tu entorno está pensado para que consumas cada vez más

Si al hecho de que nos dejamos llevar por nuestras emociones le sumamos que (casi) todo a nuestro alrededor está pensado para que consumamos más de lo verdaderamente necesario, obtenemos una combinación explosiva. Desde personas que hacen maratones delante de su televisor “gracias” a su suscripción de Netflix, hasta personas que tienen armarios solo para poder colocar la cantidad ingente de zapatos que poseen (según recuerdo, el ser humano solo tiene 1 par de pies). Por ello, es de vital importancia ser conscientes de esto, de que (casi) todo a nuestro alrededor ha sido diseñado para maximizar nuestra predisposición al consumo.

Y cuando digo “entorno” no tiene que ser algo físico como tal, un ejemplo digital son las redes sociales, aplicaciones como WhatsApp o Instagram están diseñadas para que pases la mayor cantidad de tiempo posible dentro de ellas. Por lo tanto, si tú no escoges lo que vas a consumir de manera consciente y durante cuánto tiempo, puede que termines consumido por lo que una empresa desarrolló. El aspecto clave aquí está en escoger de manera consciente lo que se va a consumir, es decir, mi propuesta no es que nos alejemos de la sociedad de consumo, sino que formemos parte de ella pero desde una posición más responsable.

Calidad sobre cantidad. Responsabilidades sobre gustos

Yo soy un fanático de la lucha libre norteamericana (wrestling), pero no por ello veo toda la oferta televisiva de la WWE. Ya que si lo hiciera estaría consumiendo semanalmente unas 9 horas de contenido, unas 36 horas mensuales. La decisión que tomé fue ver solamente aquellos programas que realmente disfruto, que fueron dos. Conscientemente escogí lo que visualizaría y durante cuánto tiempo. Por otra parte, más no siempre significa mejor. No por ver más lucha libre significa que la voy a disfrutar más, al contrario, cuanto más selectivo soy y menor es la cantidad que veo, mayor es mi grado de satisfacción.

Así mismo podrías aplicar esta lógica para con las producciones multimedia de tu servicio de streaming favorito, ¿en serio necesitas que publiquen 50 películas y 30 series mensuales? ¿De verdad? Recuerda, más no siempre se traduce en mejor. Haz que prime calidad sobre cantidad. Ahora pasemos al siguiente aspecto, responsabilidades sobre gustos. Esto es bastante sencillo de entender, jamás antepondría el consumir algo banal, como salir a tomarme unas cervezas o adquirir un teléfono nuevo a comprar la comida para mis mascotas. Repito, jamás. Porque sé que lo segundo es una responsabilidad mía, un deber con el que tengo que cumplir.

Del mismo modo, puedes llevarlo a otras situaciones, ¿estás seguro de querer anteponer el irte de vacaciones a Nueva York a pagar tus facturas atrasadas de la tarjeta de crédito? ¿Preferirías pasar por el salón de belleza antes que pagar la mensualidad del colegio de tus hijos? Y ojo, sé que es posible estar en la situación económica que te permita tener ambas cosas, yo hago referencia a quien pide préstamos o utiliza su tarjeta de crédito para darse un capricho a sabiendas de que está hipotecando un ingreso futuro que, además, no sabe si recibirá y posponiendo el pago de sus responsabilidades. Como diría Kiyosaki: darse el lujo antes de crear el flujo (de dinero).

Érase una sociedad que fomentaba el consumo responsable

Sé que es muy descabellado pensar que las grandes empresas ya establecidas se planteen de manera activa el fomentar el consumo responsable, dado que a ellas lo que les interesa es maximizar sus ganancias. Y esto no siempre es algo positivo para ti. Porque muchas emplearán diferentes técnicas para seducirte y llevarte a que consumas cada vez más, harán todo lo posible para anular tu parte lógica y así evitar que razones antes de comprar lo que estás comprando, que te detengas por unos minutos y determines si realmente necesitas ese objeto material o servicio.

Pero tranquilo, que no todo está perdido. Como digo, en tus manos está el poder de determinar qué es lo que verdaderamente te gusta, y también el poder escoger durante cuánto tiempo o cuándo lo vas a consumir. Es obvio que antes debes haber cumplido con tus responsabilidades para ahora sí pasar a darte algún capricho. No promuevo vivir como un monje, al menos no por ahora. Hay cosas en esta vida que me gustan pero que reconozco que no son necesarias, sin embargo, sé que el precio a pagar para poder disfrutarlas es, siempre que sea posible, ser un consumidor responsable.

¡Sé una mente indomable!

Escúchalo en formato de podcast:

Posdata: recuerda que puedes unirte a mi canal de Telegram, donde podrás chatear con mentes indomables como tú.